domingo, 7 de junio de 2015

Red Fox para Shadow Hunters




Esquivo los cuerpos del resto de jóvenes, que bailan de forma frenética al ritmo de la música. Algunas parejas se rozan entre ellas como si estuvieran en medio de un puto polvo horizontal, pero con el calor que hacía y el subidón del momento no podía culparles. Yo misma estaba sudando y comenzando a sentir el efecto relajante del porro que me había fumado antes de entrar. Saco un billete de diez arrugado de mi pantalón y di unos golpes sobre la barra con él en la mano. La camarera se acerca y me inclino para gritar a su oído lo que quiero, tratando que me oiga por encima de la música.


Me enciendo un cigarro mientras va a servirme, me quedaba la suficiente hierba para fumarme un porro más, pero prefería fumármelo caminando a casa. Esperaba que cuando llegara fuera la suficiente tarde, o temprano, para que le tío Ben se hubiera pirado a sus clases. Ben odiaba que saliera así, de forma “descuidada”, seguramente preferiría si me quedaba en casa encerrada como una jodida monja. Doy una calada profunda, mientras mis ojos buscan a la camarera que tarda lo que me parece una eternidad. Quedarme en casa encerrada, quemando mi vida tras una pila de libros hasta que la palmara como mis padres… No, gracias.


La chica de escote generoso a la que pedí mi copa la deja sobre la barra y se lleva mi dinero. Doy un trago largo a mi whisky con hielo y acabo mi cigarro con una calada nerviosa. Recordar cómo sus padres habían ardido hasta quedar unas simples cenizas no era un recuerdo agradable. Carbonizados hasta convertirse en polvo… Qué poder tiene el fuego y qué hija de puta e irónica es la vida. Bebo de mi vaso y siento el licor calentar mi cuerpo, que ya estaba transpirado en exceso por el baile y la concentración de humanidad del lugar. Mierda, me meo.


Esquivo de nuevo los cuerpos en dirección contraria a la barra, la persona que situó los baños en este maldito local era un tanto graciosa. Era algo de cajón, lo que entra debe salir, mejor dejar los aseos cerca para facilitar. Tras verme atrapada entre la gente un par de veces veo que hay una cola enorme en el baño de tías. Frunzo el ceño con disgusto, pues me meo mucho. Empujo con suavidad la puerta del baño de tíos y casi veo el jodido cielo con todo su coro celestial abrirse cuando veo que uno de los cubículos del baño de tíos está vacío y no hay moros en la costa. Corriendo me cuelo en él y mis pisadas suenan como si pisara charcos. El olor del lugar no acompañaba, olía a lejía y orines de forma que rascaba mi nariz al respirar, pero me meaba y me importaba una mierda.


Me bajé los pantalones y tomé la posición ensayada. En cuclillas, tratando de no sentarme, no tocar nada y, lo más importante, no mearme encima. Estoy a punto de liberar la presión sobre mi vejiga cuando un sonido me deja helada en el sitio. Un sonido de masticar carne, roer gruesos y rechinar dientes que no sonaban a nada de este mundo. Joder… ¿No puedo ni mear tranquila? Me subo de nuevo los pantalones y suspiro frustrada. Mi mano busca en mi bolsillo mi pequeño cuchillo con el filo de plata para emergencias. Odiaba las emergencias, pero a veces surgían.




Salgo del cubículo y me planto frente a la puerta contigua. No lo pienso, abro la puerta de una patada y me encuentro, como esperaba, un festival de sangre y vísceras de lo que antes fue un joven borracha, drogado o que quizás entró al baño a meterse una raya, poco importaba ya viendo lo que restaba de él. Sobre él hay una cosa -¿qué coño es esto? ¿La primera vez que veo algo así?- con una boca enorme. La cosa que debía poder adoptar apariencia humana, o que quizás en otra vida era humana, abre una boca alargada por las comisuras de los labios de forma grotesca, con dos hileras de dientes puntiagudos y listos para triturar. Sus ojos amarillentos me miran con cara de pocos amigos, le he interrumpido el festín. Y tú a mí la meada, no te jode. Pienso a la vez que salto para atrás para que no me atrape con una de sus manos deformes.


Grita un chillido de forma aguda que me hace taparme los oídos para tratar de evitar la molestia, un chillido ahogado por la música electrónica que suena fuera. Estiro la mano, con el cuchillo en dirección a la bestia, esperando que se acerque y salga del váter. No me gusta moverme en espacios cerrados, limitan mi movimiento. La cosa sale, vaya que si sale, es rápida y más de lo que esperaba. Carga contra mí y me empotra contra los lavabos que hay a mi espalda y quedo sentada sobe ellos, mientras me resiento por el golpe. Me cubro con ambos antebrazos para no llevarme un bocado de esa boca infernal, pues da dentelladas a la vez que sus manos tratan de agarrarse a mi pelo.


Gruño cuando me arranca un mechón en su intento de hacerse conmigo, a la vez que le planto el pie en la cara y hago palanca, empujándole hacia atrás. El bicho cae de culo. Rápido y torpe, como un mal polvo. Aferro con fuerza el cuchillo y salto tratando de caer encima de él, con el cuchillo apuntando a su corazón. Pero la cosa se mueve de nuevo con rapidez y no consigo sino agujerear algún lugar entre sus costillas.


-¡Mierda! ¡Estate quieto, hijo de puta!- le grito enfadada y trato de perforarle de nuevo en el pecho. Intento fallido, tras el cual la cosa acaba sobre mí con su boca babeante tratando de probarme de nuevo aunque está vez si consigo poner mi pierna como impedimento para que llegue a mí. Mi pie en su pecho le detiene de devorarme viva. Patalea o algo así, pues me clava la rodilla en el estómago y vuelvo a gruñir dolorida. Estoy hasta los cojones de esta cosa descuidada.Doblo mi rodilla y vuelvo a empujarle hacia atrás, dando ahora él contra los lavabos. Me levanto tan rápida como puedo y esta vez sí clavo mi cuchillo en su pecho. La cosa gorgotea algo de sangre negruzca por la boca y me aparto, recogiendo mi cuchillo.


Suspiro aliviada y lavo tanto mi arma como mis manos. El agua corriendo me hace acordarme mi propósito inicial de aquella visita y corro al váter con las manos húmedas. Con el “deber” cumplido, salgo del aseo y vuelvo a la barra, donde me hago rápido con media botella de whisky. Nada de medias tintas, me voy a casa.


Entro en el patio delantero de la casa haciendo eses, sobre los breves escalones de la puerta principal dejo la botella vacía de whisky. Necesito tres intentos antes de que la puerta se abra y me dé acceso a la casa. Me encamino sin pensarlo a las escaleras que dan al sótano a mi habitación de dormir la resaca sin luz molesta por el día. Abro la puerta y recuerdo que ahí ahora duerme Simone. Me tapo la boca para reprimir una risa pues me imagino desnudándome y metiéndome a su lado solo para molestar, con lo guapo que era y lo estrecho que se comportaba. Decidido, me desnudo y a ver qué hace cuando se dé cuenta… Pienso antes de dejarme caer en la cama vestida tal cual y sumirme en un profundo sueño etílico.

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