Siguió corriendo, esquivando los árboles. Estaba casi sin
aliento, pero no podía parar. ¿Por qué coño corría?
(…)
Hacía un par de días estaba en su precioso piso recién
mudada. Le había costado horrores salir de esa maloliente y pútrida casa, qué
digo casa, agujero. Si todos los padres adoptivos eran como los suyos, deberían
de dejar que los niños huérfanos murieran en la calle, eso sería menos cruel.
Había sido un auténtico infierno esos dos años y, con todo, aguantó. Los
golpes, los abusos, los insultos… Bud había sido un cabrón borracho desde que
la pareja la adoptó, pero tras la muerte de Joy, se había convertido en el
mayor hijo de puta del mundo. Joy siempre pudo ponerle algo de límite, pero no
por ello era una santa. A Joy le gustaba el polvo de ángel… Se fumaba aquella mierda
y quedaba ida por horas. La mayor parte del tiempo que estaba consciente, era
por el mono y porque no le quedaba más que meterse… Tampoco era muy agradable.
Incluso le obligaron a trabajar tardes y noches para costearles sus mierdas, y
siguió yendo al colegio porque sino los de asuntos sociales hubieran metido ahí
el morro, eso no les interesaba. No era todo tan malo, las cosas fueron a peor
cuando Joy murió de sobredosis en una de sus salidas a por su píldora de la
paz. Ahí todo empeoró, Bud comenzó a beber más, si eso era posible. Ya no tenía
quién lo controlase, por lo que los abusos hacia ella aumentaron, si estaba de
mal humor la vapuleaba hasta que se cansaba… Por el contrario, si estaba de
buen humor, la tocaba y abusaba de ella. No sabía qué preferir… Lo bueno de la muerte
de Joy, era que podía coger y guardar algo de sueldo de lo que ganaba, Bud no
controlaba tanto eso, no tenía una adicción que costearse. En pocos meses pudo
fugarse, conseguir un trabajo a cientos de kilómetros de ese maldito hijo de
puta y encontrar un trabajo en una cafetería pequeña y bulliciosa, de camarera.
(…)
Ahora, recapitulando, ¿por qué coño corría? Era una chica
corriente, no más que nadie. No era ni muy guapa, ni muy lista, ni destacaba
mucho por nada. Una chica del montón, con un pasado miserable. Imbuida en su
hilo de pensamientos tropezó con una rama y cayó al suelo, estaba oscureciendo
y le costaba ver por dónde corría. Se llevó una mano a la pierna dolorida,
sobre la que había caído todo su peso. Tenía que seguir corriendo, no iban a
parar, la iban a coger. No sabía quiénes eran, ni los había visto, pero sabía
que los tenía detrás, lo presentía, lo olía… ¿Olerlo? Si, si, parecerá una
locura, pero olían a sudor y a grasa de motor… Y a ¿salsa barbacoa? Era una
locura, no podía saber todo eso, pero lo
sabía. Se levantó como pudo y siguió su camino entre los árboles, con
una leve cojera.
Enseguida cayó la noche y ella exhausta paró de correr,
apoyando su respaldo en un árbol, rezando por que no la vieran. No tardó en oír
sus pasos, y olerlos más de cerca. Aunque no tan cerca cómo parecía, ¿cómo
podía oírlos tan de cerca? Suavizó su respiración, para que no notaran su
presencia.
-¡Maldito gilipollas! ¿La has perdido?- una voz de hombre,
muy aguda y molesta, irritante.
-¿Perderla yo?- otra voz más profunda y ronca.- ¡Una mierda! Charly se enfadará mucho si no la encontramos
pronto, esta noche es casi luna creciente, dijo que le toca.
-Yo no quiero estar cerca cuando esa cosa se desboque, malditos chuchos pulgosos-
dice la voz irritante con desprecio.
¿Hablaban de ella? No podía ser, esos tipos se equivocaban,
¿por qué la perseguían entonces? Todo era muy confuso…
“Has nacido para la grandeza Teressa. Vamos pequeña mía,
despierta”- una voz en su oído que hablaba en una lengua incomprensible, pero
entendió perfectamente cada palabra. Nadie la llamaba Teressa, no desde que
recordara, para el resto era Tessa o Tess. Miró alrededor buscando esa voz, ¿su
madre? Incluso inconsciente en parte del peligro, se levantó un poco a mirar.
Hizo crujir una rama con su movimiento, alertando de su posición. Los dos tipos
echaron a correr para ella, que hizo por volver a echar a correr, pero las
piernas le fallaron.
-La tengo- dijo el de la voz ronca, cogiéndola con un abrazo
de oso por detrás y levantándola fácilmente del suelo.- Qué pequeña es… Pensaba
que daría más problemas…- el tipo tenía pintas de boxeador y era él el que olía
a grasa de motor y sudor, tenía restregones por toda la camiseta. De cerca el
olor le era insoportable, le molestaba, le picaba la nariz. Ella se revolvió,
moviendo las piernas frenéticamente. Pero siempre fue demasiado menuda, muy
poca cosa, muy ligera. Bud nunca supo cómo podía aguantar tan bien los golpes
que le asestaba, y se lo gritaba con varios insultos gratuitos.
-Pues vámonos, Charly la quería viva… A saber para qué… Dijo
algo de que está marcada o no sé qué mierdas… - el otro tipo, que tenía cara
afilada, enormes ojeras y una nariz alargada, le recordaba a un ratón. Le toco
la cara para mirarla bien, tenía las manos pegajosas, y olían a salsa barbacoa
y carne.- Yo no le veo nada…
-¿Marcada? Menudas gilipolleces, él sabrá, mientras nos
pague…- el tipo grandote echó a andar con la chica en brazos, acabando por
cargársela al hombro. Teressa siguió revolviéndose en vano.
-Soltadme, os equivocáis, soy solo una simple camarera-
grito ella.
-Cielo, eres muchas cosas, pero no una simple camarera- el tipo de nariz
alargada y aguileña, tocándole otra vez la cara.- Estos perritos son monos y
todo antes del primer cambio, ¿no crees?
-A mí no me importaría hincarle el diente a éste- el grandote, poniendo una
mano en su culo y tocando.- No pasa nada si tardamos un poco en llevarla, ¿no?-
bajando la mano del culo por las piernas. Un montón de malos recuerdos vinieron
a la mente de Teressa, se prometió que nadie la volvería a tocar así… Y ahí
estaba ese tipo y no podía hacer nada, iban a violarla, para eso la querían,
seguro.
-Charly fue muy claro, la quiere ya… Aunque no tiene pinta de que vaya a experimentar
su primer cambio como dijo… Por demorarnos un poco no pasará nada-
acariciándole la cara. Teressa soltó un gemido lastimoso ante el tacto del
hombre. El tipo que la cargaba la dejó caer en el suelo y ella se retorció un
poco de dolor, ese tipo medía metro noventa, la caída fue dura.
-Reggie, siempre sabes cómo divertirte- dijo el de voz ronca medio riendo,
pasando a despojarle sin mucho taco las ropas. Ella notar un roce de su piel
comenzó a sentirse mal, muy mal, como si el fuego recorriera su cuerpo. Tenía
fiebre, debía de ser eso… Se sentía confusa y la vista se le comenzó a nublar.
“¡DESPIERTA TERESSA!”- la voz maternal de antes y ella
perdió toda razón.
Despertó, sí lo hizo, bajo la luz de la luna y entre temblores por el frío de
entrada la noche. Miro alrededor y solo vio sangre, ropa hecha jirones y se
miró las manos. Estaba desnuda y cubierta de sangre. ¿Qué había pasado?
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